Y un día decidí hacer un blog...
No sé bien qué es lo que impulsa a hacer las cosas, en general un hormigueo en la espalda me alerta y me obliga a pensar. Es más bien algo de incomodidad. Ese hormigueo se trepa al pecho, a veces me aprieta la garganta, otras me cierra los ojos; pero nunca se presenta, nunca se explica, solo surge, ahí, molesto, demandante.
Hacen falta varios días y silencios para vislumbrar de dónde viene esa incomodidad. No creas que en algún punto encuentro respuestas, en general abro un abanico de incógnitas cíclicas que no me llevan a ningún lado, más bien me recuerdan algo de la existencia y del devenir de la muerte.
Así... es como llego a hacer un blog, cuando caigo en la cuenta de todo lo que puede pasar por mi mente mientras intento develar el misterio. No es que quiera decir algo trascendental, sino que siento la necesidad compartir este hormigueo hecho letras, con la esperanza de que algún existencialista me acompañe en esta búsqueda, absurda, detrás de la incomodidad.
Hacen falta varios días y silencios para vislumbrar de dónde viene esa incomodidad. No creas que en algún punto encuentro respuestas, en general abro un abanico de incógnitas cíclicas que no me llevan a ningún lado, más bien me recuerdan algo de la existencia y del devenir de la muerte.
Así... es como llego a hacer un blog, cuando caigo en la cuenta de todo lo que puede pasar por mi mente mientras intento develar el misterio. No es que quiera decir algo trascendental, sino que siento la necesidad compartir este hormigueo hecho letras, con la esperanza de que algún existencialista me acompañe en esta búsqueda, absurda, detrás de la incomodidad.
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