¿Qué es el fútbol?



No me encuentro, no sé cómo sucedió exactamente, pero un día desaparecí, dejé de verme claramente y mi presente y futuro pasaron a transmitirse desde el otro lado de un vidrio esmerilado ¿Será que soy yo o los desamparados de la proyectualidad somos la norma?¿Qué me hace sentir bien?


Siempre me molestó tener que responder a esas y otras preguntas que tuvieran que ver con la búsqueda de ese destello mágico y vindicador de la existencia; no porque descreyera que exista, sino porque mi destello siempre me pareció común, insulso, nada especial:


¿Qué te hace feliz? El fútbol siempre fue mi respuesta.


No sé si es “el fútbol”, primero tendría que definirlo ¿no?: ¿Qué es el fútbol? Tantos filósofos y pensadores escribiendo, debatiendo durante años la existencia de Dios, queriendo definir el amor, la felicidad, la belleza y yo con esta boludez que cualquier niño de 5 años podría responder, pero a mi me cuesta... me desborda.


Tal vez sea por la historia que trae consigo en mi vida y es que el tal deporte contiene una carga emocional indescriptible. No lo supe hasta que encontré unas grabaciones en VHS del año 92, yo tendría dos años, no más. En la grabación nos veíamos mi hermano y yo, él me había vestido con su ropa de fútbol como si fuera una muñeca, era muy cómico porque la camiseta me quedaba enorme, tanto que apenas se asomaba el escudo del Albinegro entre los pliegues arrugados. Sosteniéndome con sus dos brazos Rodri me hacía saltar y cantaba “chipoleeee, chipoleee”, mi vieja se reía nerviosa desde el otro lado de la cámara, seguramente por miedo a que me golpeara de tanta zamarreada. Se notaba que la cinta había sido grabada el mismo día, pero en diferentes momentos, una tras otra las escenas nos mostraban entretenidos con el balón, correteando de acá para allá. “Ooooleeee… oooooleeee” se escuchaba de fondo mientras la cámara nos sacaba de escena. La panorámica del patio mostraba a mis otras hermanas, los perros echados al sol, hacía un plano un tanto extraño frente al sapito que regaba el jardín y después aparecía papá. Sentado con el mate en la mano, saludaba con ese gesto tan característico suyo enmarcado por una sonrisa sincera. La cámara iba pasando, inmortalizando esas pequeñas escenitas de una tarde dominguera, cada una especial a su manera, pero quisiera detenerme en una en particular: Rodri seguía divirtiéndose conmigo, haciéndome correr atrás de la pelota para después sacármela, corría para acá, corría para allá hasta que en un momento se la robé. Con la pelota entre los pies corrí un par de metros y justo antes de que me cayera al piso de cabeza se escuchó el grito emocionado de mi hermano: “Mirá Papá, Mili está jugando al fútbol!”.


Hoy miro ese video y me doy cuenta que el fútbol es un lazo, un puente, una puerta que puede estar abierta o cerrada, pero que sí o sí une y a mi me unió a mi viejo. En ese momento no me dí cuenta, de hecho pasó mucho tiempo hasta que lo entendí, primero le pedí que me explicara las reglas, los nombres de los equipos… más adelante las diferencias entre el Federal B y la Primera B, también le pedí que me lleve a la cancha y él me llevó, me podría haber dicho que no (como le pasa a muchas pibas) que la cancha es un lugar para hombres, pero no… me compró la bandera, las semillitas de girasol y el piluso. Le pedí que me explicara la regla del offside y me dijo que no se decía así, que se decía orsai, también me enseñó muchas cosas sin que yo se las pidiera como que no hay que sobrar a los perdedores, a todos nos toca perder algún día, pero algunos no lo entienden. Me compartió que si hay pasión hay dolor y que de alegría también se puede llorar… y yo a él lo vi llorar. Me contó que cuando era pibe la barra del Lobo lo cuidaba y que si te dicen que no podés hacer algo tenés la obligación moral de demostrar que en realidad sí podés y le hice caso. Me demostró que los padres aman en silencio y que algunos, como él... por temor a mostrar su fragilidad se acorazan, pero detrás de ese muro impenetrable de temor a la vulnerabilidad, hay ternura de la más inmensa. La pelota siempre fue la excusa para charlar, una muy buena excusa, los dos lo sabíamos, los dos no decíamos nada al respecto.


Hoy, hace ya varios años de su partida, siento que esa excusa logró trascender la materia, el tiempo y el espacio. Siempre me pregunto ¿Qué me diría? ¿Qué me aconsejaría? Nunca lo voy a saber, nunca voy a tener la certeza pero hay algo en el aire que lo acerca a mi, cada vez que piso el césped húmedo siento su voz en el canto de la hinchada...siento su abrazo en el abrazo de mis compañeras, sé que él está ahí, acompañándome, aunque erre un pase, si llego tarde, si corto un contragolpe, siempre que lo piense, siempre que lo diga él va a sonreír contestando a mi llamado, a mi pedido de atención. Mirá papá… estoy jugando al fútbol.

Comentarios

  1. Mili realmente me hiciste emocionar hasta las lágrimas ... Esa conexión que encontraste con tu papá me hizo recordar al mío 🥺🥺...y el fútbol... El fútbol es apasionante y doloroso a la vez pero si que vale la pena jugarlo ... Crack te admiro mucho ... Un abrazo grande 🤗

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