Vivir la Historia
Es la 1:17 de la mañana y estoy sentada en el piso de casa, con la ventana entreabierta y el celu en la mano. Scrolleo en la penumbra sin mucho criterio (costumbre del zombie frito en el que me he convertido) hasta que me detengo en un video que, a priori, no parece ser muy coherente con mi algoritmo, por eso le hago click. Me encuentro viendo un programa televisivo de algún país anglosajón que habla de la final del mundo que se juega en cuatro días. Me llama la atención porque es un formato que conozco muy bien: cuatro varones de traje sentados en un semicírculo, gritando cosas mientras gesticulan sin ningún tipo de intención de escuchar lo que le grita el otro, ahora que lo escribo así me doy cuenta que en realidad ni siquiera les debe interesar que se escuche el contenido que vociferan, sino más bien condensar la atención en su persona... como si se alimentasen del elixir que expelen las pupilas. Los tipos no pueden parar de hablar de Messi, no paran de gritarse que Francia es superior pero que Argentina tiene a Messi, que si Mbappe una cosa, que Messi alguna otra, que no somos nada sin él, como si hiciésemos trampa por tener al mejor jugador del mundo, como si debiera darnos vergüenza la ventaja con la que contamos. Me dio risa la verdad, primero porque esa secuencia de discusión contrafáctica en gargantas masculinas la he visto/escuchado innumerables veces (aunque en otro idioma) y segundo porque en el fondo todos estaban diciendo lo mismo: Messi es el mejor jugador del mundo y si el domingo levanta la copa estaremos ante un hecho histórico. Alguno de ellos lo dijo así y no es una frase que no haya escuchado antes, pero hubo algo del contexto, del escucharlo de la boca "de los otros" que me hizo romper mi eterno temor al sesgo de confirmación y caer en la cuenta de que realmente estamos viviendo la Historia. Como quien reprocha con "te lo dije"s, aparté el celular para encontrarme a la Historia que me rodeaba y vi a la Maga corriendo con un pedacito de yuyo en la boca. La chabona saltaba de la mesa al sillón tirando unas mortales extraordinarias que caía clavando las garritas y tirando las orejas para atrás, me quedé mirándola correr, frenar, correr, saltar, correr, masticar algo al pasar y así por un rato largo.
Los sentimientos no saben de control y no se ven en una foto, no se atrapan con nada, no se inmortalizan; más bien explotan sin importar contexto, coherencia o consecuencia y me animo a pensar que tal vez la ansiedad que producen esos puntos suspensivos no es tanto por lo que termine escribiéndose, sino porque ya empezó y no nos queremos dar cuenta...
Qué bueno Negrita! Es tan así, ya estamos escribiendo la historia. Pase lo que pase.
ResponderEliminar